LAS COSTUMBRES DE MI PUEBLO SE HAN PERDIDO…






Por: Roberto Carlos Atencia Morales
Docente y candidato a magíster.

Columna de opinión: "Eco Ciudadano"
Email: rocatmo@hotmail.es
Twitter: @AtenciaRocatmo

En estas últimas semanas cuando la marcha de las campañas políticas está en su furor, el accionar de los líderes de la institucionalidad pública ha tomado un sendero desacertado alejándose irremediablemente del verdadero principio y fin del hecho político.

Por creer que asistimos los ariguanenses a un momento decisivo y trascendental para el futuro inmediato de nuestra comunidad, que es en sí, el elemento constitutivo primordial de una institucionalidad legítima llamada ente territorial, se hace imperativo la participación espontánea de la ciudadanía para elegir bien entre quienes aspiran a representarnos en la primera magistratura municipal y las corporaciones públicas de alcance local y departamental, porque además son esas personas las que tendrán en sus manos la administración de los recursos del tesoro público.
Gracias a las reformas constitucionales, los integrantes de una sociedad son quienes tienen la potestad para decidir y elegir libremente a sus gobernantes para que cobren sentido frases como: “el pueblo se merece a sus gobernantes”.
Hoy sin ánimo de mostrar preferencias o identificación con candidato alguno, quiero reprochar ciertas circunstancias que se han venido trenzando en la vida pública y política de Ariguaní, ya que como oriundo de esta próspera tierra, siento que “las costumbres de mi pueblo se han perdido…”.
A pesar de no ser de antaño, he sido un observador solícito de la dinámica social de mi pueblo desde las barreras y he logrado conocer personalidades públicas y políticas que irrumpían en medio de la popularidad y la fraternidad colectiva para poner su nombre y su capacidad de servicio a favor del pueblo. Siempre respaldé período tras período a esos insignes representantes de una clase social que se distinguían por el respeto y su potencial para vivir en medio de las diferencias, algo muy digno de admirar.
Pero en la actualidad, la contienda política se fundamenta en insultos y toda clase de artimañas que no buscan convencer o persuadir a los electores de su capacidad administrativa, de gestión y la intencionalidad de sus aspiraciones en pro del mejoramiento de la calidad de vida de sus conciudadanos, sino generar un deterioro en la personalidad y la dignidad de los demás.
Es lamentable que se quiera mostrar las capacidades desentrañando y dimensionando los errores de quienes no comparten nuestros ideales, considerando entonces, enemigos personales a quienes piensan diferente y se aprovecha cualquier circunstancia personal aún, para causar daño publico a las personas que no son políticamente compatibles con una posición. De allí que preguntemos:
¿Dónde está el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la convivencia sana que se requieren para vivir en paz, primero con nosotros mismos y posteriormente con el entorno?
Recordando aquella canción inmortal de los Hermanos Zuleta “costumbres perdidas”, parece que en Ariguaní ocurrió igual; el legado de los dirigentes políticos ya lo echamos de menos y vivimos en un mundo diferente donde prima el interés personal sobre el colectivo.
Se ha vuelto axiomático que el impulso de llegar a un cargo de elección popular ya no es por el bien común, sino un deseo de poder para cobrar favores o diferencias en el ámbito político.
Si el conocimiento político y la capacidad de servicio fuera un carácter ligado a nuestros genes, este escrito seria para honrar la mediación política de nuestros protagonistas; considero que la información política sufrió mutación congénita y el genotipo nos impulsa a actuar con malicia y suspicacia.
Queda entonces una gran responsabilidad para los aspirantes y dirigentes políticos, persuadir a los seguidores para que se haga un trabajo digno y no se direccionen las prácticas hacia el deterioro de la persona de quienes comparten sus mismas intenciones o deseos de llegar a un puesto de elección popular.

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