LA FIESTA DEL SANTO CRISTO, ES LO QUE MEJOR REPRESENTA NUESTRA CULTURA

  • Así lo dejó entrever la votación de los internautas de Ariguaní al Día en su última encuesta.
Las Fiestas Patronales del Santo Cristo, casi tan antiguas como el poblamiento mismo de El Difícil, son para los numerosos lectores de Ariguaní al Día las celebraciones que mejor representan a la centenaria localidad magdalenense, hoy cabecera municipal de Ariguaní.

De los 69 votos emitidos, 35 correspondieron a las festividades del Santo Cristo (50%), frente 16 de la Feria Ganadera (23%); 13 del Festival Son Tigre de la Montaña (18%) y 5 para las festividades de la Virgen del Carmen (7%).

A pesar de esa preferencia de los ariguanenses, las festividades del Santo Cristo han perdido interés cultural y religioso, quizás por un cúmulo de factores donde confluyen las reiterativas improvisaciones desde las administraciones locales, intereses políticos y comerciales, la apatía de los feligreses, tanto como permanecer enfrentadas en el calendario con otros eventos que le quitan el apoyo económico del que puedan valerse para ser organizadas debidamente. Hoy queda un remedo de fiesta que tiene como único atractivo el ciclo taurino que le complementa. Si no fuese por esta favorabilidad, hace mucho rato estuviésemos hablando nostálgicamente de épocas en que pudieron haber desaparecido.

Nuestro análisis intuitivo pudiera remitir a un diagnóstico serio o un debate a fondo sobre las más serias causas de su decaimiento, pero también nos llevaría a reflexionar sobre imperiosas formulas de salvación. Es una lástima que festividades como estas sólo sean miradas como minas explotables donde caen como moscas los reductores del progreso, aquellos que todavía esperan que otros organicen para ellos aparecer solapados para desangrar lo poco obtenido. Por eso vale destacar aquí esfuerzos planificadores por salvarla, como lo proyectado por el médico Armando Name Saumeth, quien pese a la seriedad de su trabajo nunca se le ha atendido como debe ser. Tampoco han valido los esfuerzos de la concejala Nayith Velasco Aguilar, una solitaria voz que esperamos esta vez sea oída en el seno de la actual administración, a fin de encontrar la ruta de salvación de las festividades más representativas de la centenaria comarca.

SEMBLANZA CULTURAL
«LAS CORRALEJAS, TRADICIÓN DE ANTIGUO ARRAIGO»

Desde la llegada de los primeros pobladores al punto que hoy conocemos como El Difícil, especialmente de todos los rincones de la Costa Atlántica, se fueron imponiendo ciertos modos de vida y costumbres diversas, que resultaron ser determinantes en la formación sico-social del hombre ariguanense.

Esa multiplicidad cultural, producto del vigoroso mestizaje que originó el tipo étnico predominante en la mayor parte del Caribe, dio lugar a un individuo extrovertido, cálido y emprendedor, que en la actualidad se mueve dentro de un conjunto de manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo, tan único como su nombre.

Del hombre costero, el ariguanense asimiló el machismo, la familia multigeneracional, el compadrazgo y la religiosidad. Del cesarense, la preferencia por la música de acordeón y la lírica. De la cultura ribereña, le vino el gusto por el bocachico, el bagre y el blanquillo. Del sabanero, la cultura del ganado, el cultivo del tabaco, el ñame y el ajonjolí, así como la predilección por la música de banda y las corralejas.

EL TOREO EN EL NUEVO CONTINENTE

Pero para conocer mejor las razones por medio de las cuales el hombre caribeño se aficionó por las fiestas de toros y la forma como desarrolló toda una cultura popular alrededor de esta práctica, es preciso decantar mucho del fundamento de tal simpatía.

Todo se remonta a los tiempos de la Conquista en el Nuevo Mundo, cuando precisamente el toreo tuvo sus inicios, junto con la expansión del idioma, la religión y la arquitectura.

A partir de entonces los españoles se preocuparon por levantar pueblos con casas de adobe, recubiertas de cal y techadas con teja, queriendo hacer de estas tierras algo muy similares a las suyas.

Los pueblos se pusieron casi de inmediato bajo la protección de un santo, el cual tenía la obligación de velar por sus habitantes. Al llegar la festividad de ese patrono, parodiando el estilo del ritual de la Madre España, se le sacaba en procesión en medio de la quema de pólvora y se le honraba con festejos populares como los bailes y las corridas de toros.

Desde los precisos momentos en que los españoles posaron las plantas de sus pies sobre tierras americanas, comenzaron a proliferar las «corridas». Fue el propio Hernán Cortés, quien llevó los primeros ejemplares bravos a México y durante 10 años lanceó toros en esas tierras.

“Hernán Cortés, diestro jinete en las lidias ecuestres de la décima sexta centuria captó de inmediato que allí podrían criarse vacunos bravíos, con los que en la plaza mayor de la capital de México pudiera lucir su valentía. Encargó a su pariente Altamirano para que se entrevistase con el emperador Carlos V y recabara de él la autorización para poder llevar a esos pagos 12 pares de reses bravías de Navarra. Cumplido el encargo por Altamirano, el Emperador complace el ruego de Cortés”.

Francisco Pizarro, el conquistador del Imperio Inca, también lanceó toros en la plaza de armas de Lima, bajo la admiración de la población indígena, que pronto se aficionó por las fiestas patronales en todas las localidades.

Nada, prácticamente nada, quedaba por fuera de digna celebración toreril; como la canonización de un santo, la llegada de un Virrey, el nombramiento de corregidores, el matrimonio, bautizos reales y nacimientos; es decir, todo era pretexto para que se corrieran toros.

Tal vez por el espíritu alborozado de los costeños, como resultado de sus matices negroides, esas fiestas españolas tomaron una connotación muy especial hasta convertirse en una expresión autóctona con el paso del tiempo.

La música como factor preponderante de integración étnica también sirvió para acicalar el contexto, ya que las usuales tamboras de las cumbiambas o danzas típicas, se alinearon para amenizar esas novísimas fiestas de raigambre europeo. En ellas no faltaba el golpeteo de tambores, las maracas, los canutillos de las ramas de la papaya -como instrumento aerófono- y los «cantaores», quienes de verso a verso, emulaban aquellos antiquísimos cantos de vaquería.

Fue más tarde, cuando se vincula la música de viento o de bandas, como reemplazo de las «papayeras». Ello surgió de las oportunidades que tuvieron los esclavos domésticos de estar muy cerca de los instrumentos de viento que los españoles mas adinerados mantenían en sus posesiones para organizar retretas y que en ocasiones especiales facilitaban a la curia para animar las procesiones. La servidumbre se fue aficionando a esos aparejos hasta llegar a interpretarlos con notable maestría. Luego, con la anuencia de sus patrones, fueron apareciendo en distintas festividades del populacho, hasta llegar a insertarlas en una de las celebraciones más tradicionales de Colombia: Las Corralejas.

En la Costa Caribe se abstienen de efectuar festividad alguna que no tenga dentro de su programación la celebración de un ciclo corralejero. Sobre todo cuando en esta sección del país se han podido contabilizar más de trescientas fiestas populares en el año, de las cuales una gran mayoría tiene carácter profano. No obstante, para las corralejas no han faltado detractores o quienes hayan intentado acabarlas mediante presiones legales y cívicas por considerarlas «neronianas» o «incivilizadas». Tal vez se ignora que estas celebraciones son tan auténticas, ancestrales y únicas, que sería mejor desarrollar un movimiento para preservarlas y exponerlas con mejor sentido cultural para el resto de la nación y el mundo. Sólo basta colocar como ejemplo, los encierros «pamplonícas», que a pesar de las impactantes embestidas de los toros y las crueles cornadas a que se exponen los participantes, constituyen para los medios televisivos del Orbe una gran atracción.

ASI SE VIVE LA FIESTA DE TOROS EN LAS SABANAS




CORRALEJAS EN EL DIFÍCIL

A la llegada de los primeros sabaneros y ribereños a la hoy cabecera municipal de Ariguaní se intentó instalarlas oficialmente pero sin ningún tipo de concreción, ya que los pudientes de entonces preferían «correr» sus toros cimarrones en las haciendas para no asumir riesgos. Sólo hasta el año de 1914 se pudo efectuar la primera, con no más de cuatro ejemplares.

Para la década de los 30´s, cuando la población ya había recibido un flujo migratorio significativo y era palpable la presencia de personas con apropiado conocimiento y propósito para organizarlas, se empezaron a montar corralejas con carácter formal. Ganaderos como Próspero Castillo y Eliécer Bustamante Herrera, facilitaron los «criollos» y las fiestas patronales ya tenían sabor sabanero.

En principio la amenización de las fiestas le correspondió a la banda de «Manuelito» Mejía, quien venía con sus músicos desde Plato en lomo de burro. Más tarde, las agrupaciones de Manuel Saumeth; del maestro Roque Saballeth y la procedente de la población de Malabrigo. Pero en algunas ocasiones providenciales se vinculaba con su acordeón el desaparecido Francisco Rada Batista, sobre todo cuando faltaba un «trompeta» u otros «pitos», ya que algunos miembros de las bandas a veces les fallaban a las juntas organizadoras. Inclusive, cuando no se contrataban músicos por la escasez de recursos, «Pacho» Rada se brindaba para tocar el vals en las procesiones.

Cuenta el tradicionalista Juan Hernández Sánchez, que cuando sucedía cualquiera de los casos mencionados, «Pacho» se desbordaba en entusiasmo y le daba a conocer a El Difícil aquellas gloriosas páginas musicales como El botón de Oro, Riqueza no es la Plata, La muerte de Olaya Herrera y La Democracia, así como un sinnúmero de porros propios y tradicionales.

Las tarimas no eran usuales en esas épocas, lo acostumbrado era una inmensa troja que el viejo «Pacho» utilizaba acompañado por la banda, tanto para las corridas como para los fandangos.

A principios de 1936 y bajo el carácter de párroco oficial, es enviado desde Plato el padre Narciso Chiquillo, con lo cual se puso fin a las constantes idas y venidas a lomo de mula del sexagenario Padre Ariza en su estimable propósito de cumplir fielmente con sus obligaciones sacerdotales. Con la presencia de Chiquillo se determina finalmente y de manera pertinente la festividad que vendría a adoptar la feligresía católica, ya que hasta ese año, los dificileros organizaban festividades muy concurridas que se enfrentaban, como la del «Santo Cristo» o «Santa Cruz de Cristo» en septiembre y la que se hacía en honor de «Santa Teresita» en el mes de octubre. Además que algunos habitantes venían conmemorando casi con igual apego, las fechas dedicadas a la «Virgen del Carmen», «Día de Reyes» o «Epifanía», «San Judas Tadeo», «San Martín de Loba» y «San Isidro Labrador». Todo ello era a simple vista una colección de preferencias muy compleja que no fue de fácil resolución para el nuevo Cura.

CONMEMORACIÓN EN TORNO AL “CRISTO”

Escuchados todos los argumentos y después de haber investigado acerca del surgimiento poblacional del sitio donde se hallaba, el padre Chiquillo asume la determinación de homologar como único patrono de los lugareños al «Santo Cristo», en concordancia con la solemne conmemoración que obligaba su sagrada figura y la coincidente evocación histórica surgida.

A esta decisión se suma, como aspecto reafirmante y oportuno, el obsequio de una escultura de Cristo crucificado que hiciera un decorador de apellido Tíjero, elaborada a partir de un árbol nativo. Lo entallado no cobraba importancia si no fuera porque en su confección parece haberse dado una intervención divina.

Vuelve a relatar Juan Hernández que “el señor Tíjero se encontraba cortando un palo de naranjuelo para fines diversos y muy propios de su actividad artística, pero en el momento menos pensado se le vino inexplicablemente abajo, partiéndose en varios pedazos. No había terminado Tíjero de lamentarse, cuando su mirada ya contemplaba la figura casi completa de Cristo crucificado”.

Ante esa asombrosa imagen, el artista sólo tuvo que esculpir pequeñas formas para acercarse al modelo que el católico del Nuevo Mundo ha venido contemplando desde la Conquista. Ya, culminada, el cura la colocó en el altar y desde ese tiempo es el icono de un fervor religioso admirable.

Tomando en cuenta esto, el padre Narciso Chiquillo empieza una cruzada con los hombres y mujeres más sobresalientes del pueblo, para darle forma a una conmemoración que mantuviera constancia y que aglutinara a todos los católicos sin ningún tipo de resquemores ni parcialidades santorales.

Para el padre Chiquillo, Cristo debía ser el patrimonio espiritual más valioso de los dificileros, porque además de ser el redentor del mundo, la encarnación de Dios mismo, no consideraba como casual la llegada a El Difícil de aquellos primeros colonizadores, ese 14 de septiembre de 1901.

Acercándose la fecha del santo patrono, el cura y sus más entusiastas feligreses organizan una junta de festejos con la participación de los ganaderos de la región, con el objetivo de hacer más divertida la reminiscencia. Desde que se estableció el mencionado esquema, se le empezó a dividir convenientemente en dos ramas; una, de carácter femenino para lo atinente a la parte religiosa (misas, bautismos, procesiones, etc.) y otra, compuesta por los hacendados y amantes de la fiesta brava, para lo concerniente a la infraestructura de la corraleja; toros; manteros; bandas; pólvora; cabalgata; fandangos; carpas y otras responsabilidades adyacentes.

GRANDES TAURINOS

Oficializándose la fiesta del Cristo como exclusiva festividad patronal y estando un grupo de personas respetables en la organización de los actos correspondientes, un colectivo de ganaderos se adhiere al propósito religioso y se encumbra año tras año en el acontecer taurino. Es así como surgen figuras de posterior renombre como José Evangelista Ospino; Víctor Aguilar; Antonio María Meléndez Ariza; Genito Meza Anaya; Andrés Pacheco Anillo; Pompeyo Ospino; Andrés Rivera Ospino; Nicanor Vega Nájera; Carlos Campo Ballestas; Antonio Meléndez Regalado; Clemente Castro Acuña; Antonio Pazo García; Manuel Chávez Núñez; José Antonio Barrios Tovar y otros más.

En la época de Eliécer Bustamante Herrera y Próspero Castillo, los armazones de las corralejas se hicieron alrededor de la vieja iglesia de bahareque, situada en la plaza principal del pueblo. La estructura provisional que se erigía allí siempre era amplísima, ya que tenía que mantener un diámetro que superara los catorce metros de largo y ocho de ancho que tenía el vetusto templo. Al quedar la iglesia en el centro, los espectadores veían con mucha dificultad o no apreciaban nada, sobre todo cuando el cornúpeta no estaba al frente sino a cualquiera de los lados de ese ranchón. Una parte de la gente sabía que algo había ocurrido en el otro extremo de la corraleja, sólo cuando escuchaban los vítores de los demás concurrentes o cuando los veían correr despavoridos al salirse un toro del ruedo.

La construcción de las primeras corralejas en El Difícil no escapó a la usanza tradicional en la costa, como lo explica el folclorista y escritor sabanero Juan Santana Vega:

“Aproximadamente un mes antes de empezar las fiestas en el pueblo la gente se dedica a la construcción de la corraleja. Una vez escogido el sitio que servirá de escenario a las fiestas, que por lo general es la plaza del pueblo u otro lugar contiguo a él, la gente de la clase baja se apresta a realizar la obra, bien sea por un contrato o por imposición. En ese sitio se van reuniendo, en grandes cantidades y seleccionados montones, las varas de caña brava, los postes de mangle y vara de humo, las tablas, tablones y listones. Allí también se llevan los haces de palma amarga, gran cantidad de bejucos de la región y otros elementos que son de necesaria utilidad para tales fines. Cuando todo este material se halla disponible para dar inicio a la obra, se toman ciertas medidas convencionales y luego se empieza el levantamiento del cerco, al tiempo que se le va dando forma a los palcos que le van a abrigar. En un principio la corraleja carecía de los palcos que ahora le adornan. Era una obra de artesanía que no ofrecía ninguna complejidad arquitectónica. Solamente se construía el corralón de guadua sin ninguna clase de aditamento que le borrara la sencillez de talanquera que tenía en sus comienzos. Pero una vez que el hombre sintió la necesidad de la comodidad para apreciar mejor la lidia de los toros, se ideó la forma de hacer, en la orilla de la corraleja, unas especies de andamios o garitas desde donde pudiera tener una mayor visión de conjunto de todo lo que se estaba llevando a cabo en el interior del vallado. Además de la comodidad estos entablados les ofrecía o les ofrecen a los espectadores cierta seguridad si se le compara con el peligro a que se exponía la gente viendo los toros a través de la valla y montados en ella. Fue así como a la corraleja le nació uno de sus principales elementos con que hoy cuenta: los palcos. Cuando la corraleja se le empezó a ver adornada de palcos en su alrededor fue el momento en que comenzó su proceso mercantilista. Surgía así, también, el interés de unos pocos con base en el detrimento de muchos...”

Con el correr de los años este tipo de espectáculos toma mucha fuerza, tanto así que el pueblo de El Difícil se dio el lujo en cierta ocasión de tener dos corralejas al tiempo. Fue precisamente cuando las festividades taurinas eran lideradas por Joselito Barrios Tovar, alguien que a pesar de sus gestiones no pudo contrarrestar ciertas desavenencias que se venían presentando en el gremio de ganaderos. Ese cisma produjo que la población se dividiera en dos sectores: el Barrio Arriba y el Barrio Abajo; siendo el punto intermedio la actual Calle del Comercio, antes el «Callejón Si Lo Hacen».

La corraleja del Barrio Arriba fue levantada en la plaza como era costumbre y la del Barrio Abajo en la esquina de Domingo Palmera Guerrero. Tan pronto terminaron las festividades quedó una lección para los organizadores de ambos eventos, ya que el resultado no fue otro que un gran fracaso económico.

Cuando se subsanaron las diferencias en torno al lugar donde se debían efectuar las corridas de toros, se escogió un sitio imparcial, esta vez en la «Vuelta del Caucho», [hoy Altos del Brasil]. Pero al seguir la inconformidad de gran parte de los habitantes, los taurinos de entonces decidieron pensar en otra cosa mejor, algo que estuviera acorde con el progreso que la población mostraba a mediados de la década de los 70´s.

Es así como surge la brillantez de un gran ganadero como Nicanor Vega Nájera, hombre entusiasta y comprometido ciento por ciento con el avance de la región. Fue él quien transmitió la idea de construir una corraleja permanente en El Difícil con tiretas y postes de carreto para prescindir de los armazones de cañabrava y bejuco. De esta manera se evitaban los peligros extremos a que estaban expuestos los espectadores que encima de ella se acomodaban para ver a sus toros predilectos, como el «Cacho Zurdo» y el «Mariposo», o toreros de la tierra como Víctor Florez.

“El entusiasmo era muy grande y todo el pueblo se identificaba con su fiesta porque eran netamente populares. Con la presencia del señor Nicanor Vega Nájera, se hizo muy sólido un nuevo estilo en la conformación de la Junta; algo que consistía en que todos los miembros de dicha Junta tenían que aportar de su bolsillo una cuota establecida por el presidente; ese era el primer fondo con que arrancaba la Junta para desarrollar actividades y tocar las puertas de las casas que se consideraban que estaban en condiciones de aportar dinero para las fiestas; el municipio muy poco se manifestaba para sufragar los gastos causados. Cuando la fiesta se acababa, se hacían las cuentas, se le pagaba a todo el mundo, y si había superávit, los recursos se utilizaban en obras sociales, como la compra de pupitres para el colegio de bachillerato Liceo Ariguaní o cualquier otra institución que lo requiriera”.

La nueva estructura se implementó en el barrio La Florida y se mantuvo en pie hasta hace los años 90´s, hasta el momento en que el Alcalde Andrés Alfonso Palmera Anaya construyó la plaza de eventos o «circo de toros» dentro del complejo recreativo de «Villa Palmera», para llevar a cabo allí las corridas y otros espectáculos diversos con mayor seguridad.

Con la entrada en vigencia de la plaza de eventos de «Villa Palmera», se agudiza la comercialización para las fiestas de toros, como había ocurrido con las corralejas en otras partes de la costa. Sus promotores ya no eran los ganaderos, sino avezados «palqueros» o contratistas que ya ofrecían todo un paquete de servicios donde se incluían las bandas; los toros; los manteros; banderilleros; amarradores; torileros; sombrilleros; saltadores y otras cosas más. Esto sin lugar a dudas fue conveniente hasta cierto punto para las Juntas, porque ya no tenían que lidiar con borrachos ni con manteros impertinentes y un tanto irresponsables; pero también un alivio para las administraciones municipales, que no se veían apremiadas a buscar recursos a como diera lugar, a pesar de que esas contribuciones están prohibidas en Colombia. Esa falta de compromiso de los ganaderos, de los gestores taurinos, la falta de apoyo institucional y la ausencia de planeación para esos eventos, ha ocasionado el detrimento del espectáculo casi a punto de no remediarse. Por eso hoy día queda sólo un remedo de la fiesta taurina tradicional.

No obstante habría que abonar puntuales esfuerzos, como el efectuado por los ganaderos Eduardo Enrique Díaz Barrios, Jorge Eliécer Vega Barrios y Mario José Álvarez Montes, fundadores de la Sociedad «Agropecuaria Amigos Asociados» o «Triple A», quienes impulsados por un sentir rescatista promovieron la «cabaña de bravo» de esa pujante empresa y reactivar así el entusiasmo taurino en la región. De esta manera emularon a los pioneros, especialmente don Carlos Campo Ballestas, quien hizo llegar a El Difícil los primeros ejemplares de «media casta» o «pringaos» desde las sabanas.

Con la aparición de la «Triple A» en el contexto taurino se aliviaron varios renglones de gastos dentro de los presupuestos de las juntas, sobre todo porque el alquiler y traída de los toros desde Córdoba y Sucre implicaba un desembolso mayúsculo y conllevaba a que las corridas no produjeran los resultados económicos deseados. Pero en el marco de las ventajas, se incrementó el fervor de los ariguanenses y en los taurófilos de las poblaciones cercanas por la proliferación de corralejas tras cualquier festividad patronal. Muchos fueron los concurrentes que se deleitaron con la franca embestida de toros como el «172», el «Cara ahumá», el «Llorón», el «Puro» y muchos más, cuyas descendencias se ven crecer en la hacienda «La Sofía», en espera de un nuevo turno en las celebraciones santorales de mayor importancia en la Costa.

AMBIENTE CORRALEJERO

El Difícil es una de las pocas localidades de la Costa que ha visto evolucionar su escenario taurino. De las primeras corralejas de cañabrava y bejuco se ha pasado a una infraestructura segura de mampostería en el complejo urbanístico de “Villa Palmera”, en la cual han comparecido las mejores ganaderías de la línea de bravo del Caribe. Aun cuando ese progreso ha implicado un modernismo en cuanto a las celebraciones patronales, muchos defensores de lo tradicional vienen reclamando el retorno de eventos autóctonos como el fandango, ronda de millos, competencias deportivas y carrera de burros.

SANTO CRISTO



La imagen del Santo Cristo sigue siendo venerada por centenares de miembros de la feligresía católica, desde su instauración como Patrono de la localidad de El Difícil. La cimentación de la fe en el crucificado le ha correspondido a varios sacerdotes, entre los que se cuentan: El Padre Ariza; Narciso Chiquillo; el Padre Duque; Roberto Claro; Timoleón Villamizar; Secundino Ñañez; César De León; Gustavo Aguas Beleño; Félix López Escorcia; Catalino Pérez Padilla y Duverney Pulgarín Sánchez.



En:
DIAZ, José Manuel (2003). Pioneros, compendio histórico de la Gran Nación Chimila y el Municipio de Ariguaní. Nobel Impresores. Barranquilla, Colombia.

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