El colombiano Luis Soriano estuvo en Chile difundiendo su creación


Un profesor rural transforma dos burros en una biblioteca para sus alumnos
Con Beto y Alfa recorre largas distancias y las más difíciles rutas para llevar los libros a los niños de su escuela. Hoy su idea la replican profesores de Corea, Brasil, Venezuela e India.

Por Pamela Elgueda Tapia
El Mercurio

Una mañana de abril de 1998, a Luis Soriano se le "prendió el bombillo". Estaba sentado en la puerta de su casa, pensando qué hacer para que sus 35 alumnos de la escuela rural de La Gloria -en el departamento de Magdalena, al norte de Colombia- cumplieran con sus tareas. Casi siempre las dejaban en blanco porque no tenían libros donde investigar.

Miraba su patio cuando vio a su burro pasar raudo detrás de una burra. "Diana, Diana -le gritó a su esposa-, encontré la solución para ayudarles a los 'pelaos' a hacer las tareas: Beto". "¿Cómo un burro va a ayudar a hacer tareas?", preguntó ella.

"Beto será el transporte en que les llevaremos libros a los alumnos", le explicó. Así nació la Biblioteca Rural Itinerante o "Biblioburro", una idea que 11 años después es aplicada por profesores rurales de Brasil, Venezuela, Corea e India.

Esta semana, Luis estuvo en Santiago exponiendo su experiencia, invitado por un par de alumnas de la Universidad Católica y la Dirección General Estudiantil de ese plantel.

Team "AlfaBeto"

La iniciativa de este profesor de Español y Literatura, que en ese entonces tenía 28 años, era sencilla. Necesitaba que sus estudiantes tuvieran acceso a libros para que su objetivo de darles educación de calidad se cumpliera. Pero ellos vivían a dos, tres y hasta cuatro horas de distancia de la escuela donde él era (y todavía es) el único maestro.

Un burro fuerte y joven, como Beto, le permitiría cargar los 70 textos que había logrado acumular desde que aprendió a leer, a los seis años, y llevárselos a sus casas. Además, tenía a Alfa, "la chica" que Beto correteaba.

Sabía que montado en estos animales podría sortear con éxito los accidentes geográficos y la tupida vegetación de su tierra. "El verano es bueno para salir. El invierno, en cambio, es complicado, porque llueve mucho y el terreno se pone pegajoso, tanto que puede despegar los cascos de los burritos".

Once años después, el programa Biblioburro ya tiene un socio estratégico, la Caja de Compensación Familiar de Magdalena, que le ha permitido aumentar su oferta a 3.500 textos, contar con nueve biblioburristas, visitar a más de 3 mil niños y ver aplicada su idea en los departamentos de Córdoba y Tolima en Colombia.

Medio adivino

Cuando partió, el conflicto entre la guerrilla, los paramilitares y el ejército colombiano bullía. "Los problemas eran más con los paramilitares, porque no les gusta que la gente aprenda. Pero la Presidencia ya solucionó eso, y no tenemos conflictos en nuestro departamento".

Eso no impedía que cada sábado se levantara a las cuatro de la mañana y partiera junto a Alfa y Beto a hacer tareas con sus alumnos. "Llegaba a las siete de la mañana a la primera casa, y muchas veces me encontraba con que no estaban listos. Me sentaba a esperarlos, me servían desayuno y aprovechaba de enterarme de sus problemas y de guiarlos". Y sin mostrar disgusto agrega: "El profesor tiene que ser medio adivino, brujo... de todo".

Cuenta que este espíritu social le viene de su madre, "una matriarca", que tuvo más de un conflicto por ser solidaria. Y aunque le duele recordar esa parte de su historia (ver recuadro), no le impide traspasar a sus hijos Carlos David, de 12 años, Susana, de 8, y Juan Pablo, de 5, el gusto por ayudar.

"Es el pago que hay que hacer como habitantes de esta tierra, ofrecerle a la comunidad un servicio social. Dios permita que no desaparezca, porque los biblioburristas llevamos educación de calidad a miles de personas".

"Es el pago que hay que hacer como habitantes de esta tierra, ofrecer un servicio social. Los biblioburristas llevamos educación de calidad a miles de personas".

Historia de desarraigo

Luis Soriano cuenta que sólo ahora de adulto puede relatar con entereza un episodio que marcó su futuro. Cuando tenía seis años, junto a cinco de sus seis hermanos fue enviado a vivir con sus abuelos a la ciudad, para protegerlos de una muerte anunciada a través de un panfleto.

"La Gloria estaba tomada por unos bandidos que, como eran de la zona, paisanos, llegaban a la casa de mis papás. Entonces, los enemigos de esos bandidos interpretaron que mis padres eran sus ayudantes, y amenazaron a la familia".

"Fuimos desplazados -agrega-, aunque en ese tiempo no se mencionaba esa palabra". Sin embargo, los seis años que pasó solo en la casa de sus abuelos lo convirtieron en el lector ávido que es hoy.

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